Muchos ciudadanos españoles están de acuerdo en el proyecto de una España moderna, avanzada, deseable para vivir y prosperar, la principal razón de que los países sean ricos, es por su innovación, inversión y se aseguran de que se transfieran a la sociedad.

La innovación y la ciencia siguen sin estar en el centro de los debates, ni en primera línea de la agenda política, quizás porque son asuntos que generan cierto consenso, el foco se pone en aquellos otros que provocan discrepancia y aspereza.

Se debe agradecer que no haya ruido partidista en torno a cuestiones que inciden en los servicios públicos, en el bienestar de la sociedad y en el prestigio como país, es necesario entender que su efecto es multiplicador y transversal a la economía, la industria, la formación y el empleo.

No es una tarea y responsabilidad de un ministerio concreto, sino de toda la acción de Gobierno, ahora que se está a la puerta de una legislatura, sería el momento y la última oportunidad de asumir la innovación como una cuestión de Estado y trabajar a todos los niveles.

El movimiento es el paso de la potencia al acto

La presencia de España en el ámbito mundial de la ciencia, la tecnología se ha reforzado, diferentes estudios revelan que los españoles valoran cada día la ciencia y su relevancia para la sociedad.

Existe talento para hacer excelente investigación y de hecho se está por encima de la media europea en números de doctores y en población con educación superior, se cuenta con una Ley de Ciencia y un pacto, respaldado por más de 80 entidades.

España es considerado uno de los principales países de producción de energías renovables y contamos con el 20% de los proyectos de hidrógeno verde en el mundo. Se están gestionando una serie de fondos europeos que representan una oportunidad sin precedentes para regenerar el músculo innovador, si se orienta bien y dirigirlos a las industrias en las que se puede ser campeón.

La biotecnología, telecomunicaciones, investigación clínica, sector aeroespacial, puede seguir siendo un importante polo de atracción de inversiones globales gracias a la infraestructura y comunicaciones, pero también al talento, posición geoestrategia, calidad de vida, entre otros.

Se tiene toda la potencia, dado el potencial económico y el bagaje científico, esto se puede lograr incrementando la inversión pública, pero estimulando la privada, de forma que cada inversión realizada sea correspondida.

Para esto es necesario contar con marcos jurídicos y fiscales estables que animen a las compañías a realizar grandes proyectos que atraigan inversiones, al igual que promover procesos ágiles, transparentes que permitan un rápido despliegue.

El incremento de la inversión, debe asegurar la transferencia sostenible a la sociedad. No solo dotar de recursos a las instituciones científicas y académicas, sino conectarlas con la sociedad civil.

La colaboración pública privada y marcos regulatorios adecuados para potenciar la industrialización de la I+D, eleva a escala industrial la implantación de proyectos de muy alto calado tecnológico, para ser trasladados al mercado.

 

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